
A mi amigo Víctor García Rayo
No necesitas palabras querido Víctor, llevas la bondad dibujada en esos ojos que se empapan de lágrimas cada vez que hablas de la Virgen más humana, en ese semblante que cambia por completo al sentir la cercanía del Señor de Sevilla, en ese corazón que se sobrecoge ante los ojos de la Caridad del Baratillo o en esas palabras que nacen del alma al soñar con la Virgen de la Victoria.
Vuestro programa forma parte de nuestros hogares, es como la vieja habitación vacía y llena al mismo tiempo, vacía por la incomprensión de quienes no saben o entienden valorar todo lo bueno que nos ofrece esta vida y llena por ese amor que grandes profesionales de la TV ponen en cada gesto, mirada, palabra o incluso silencio.
Tengo la certeza, amigo Víctor, que ni Uds. mismos podéis imaginar lo mucho y bueno que hacéis por los demás. Habéis convertido la noche del martes en un momento para la felicidad. Si amigo, somos muchos los que con ansias esperamos ese momento para abandonar lo cotidiano, esquivar la tristeza y llenar nuestras vidas de ese inagotable e incesante goteo de sensaciones que nos trasladan a esa Semana Grande que nos une a todos.
Muchos cofrades sentimos que la Semana Santa comienza con las últimas notas de “Amarguras” sonando tras el palio de la Aurora el Domingo de Resurrección y termina justo en el instante que la Cruz de Guía de la Hermandad de la Paz anuncia en el Porvenir la llegada de un nuevo Domingo de Ramos y con Él el principio del Fin. PASIÓN EN SEVILLA nos hace ver que nuestra SEMANA SANTA es un continúo. No existe tregua ni descanso en el devenir de unos acontecimientos que a gran celeridad nos llevan a descubrir una Ciudad distinta. Una Ciudad que presiente en sus entrañas el hermoso idilio amoroso que a punto está de acontecer. Sobre el más hermoso tapiz y por una Semana se dibujarán los más hermosos paisajes pasionales jamás imaginados.
Nuestra SEMANA SANTA es como despertar del más hermoso sueño y descubrir en la realidad mayor belleza que la soñada. El niño cofrade abre las páginas de un libro que irá escribiendo a lo largo de su vida. Cada Semana Santa vuelve la vista atrás y sueña. Los nervios lo traicionan, los primeros nazarenos blancos le impiden pensar en otra cosa. El día señalado por el oportuno calendario de nuestra Ciudad el niño no anda sino vuela hacia el Cielo Azul que lo espera al otro lado de la cancela. La abuela lo mira de repente y no para de decirle “no sabes niño de mi alma lo que me recuerdas a tu abuelo”. Esas palabras quedan esculpidas con fina gubia en el joven corazón y en el niño que con el paso de los años irá entendiendo y asumiendo las palabras de su abuela.
Los que vivimos en el corazón de la Ciudad y quienes muy cercanos se encuentran del mismo podemos sentirnos privilegiados. Durante todo un año tenemos la oportunidad de rezar ante nuestros Amantísimos Titulares, de vivir el día a día de nuestras Hermandades y de ver como la tosca madera se transustancia en el milagro vivo del Dios del Amor que va tomando cuerpo poco a poco. Son muchos los sevillanos que sienten igual que nosotros a pesar de ser mucha la distancia y no menos los años alejados de Sevilla.
Todo cambió de repente. Un capataz sevillano obró el milagro. Con voz serena llamó a su cuadrilla y ésta respondió elevando sus cuerpos hasta el Cielo sevillano. Paso a paso fue haciéndose camino cruzando el corazón de la Ciudad de lado a lado. No quedaron rincones ajenos a su esfuerzo. De par en par se abrieron los balcones y por ellos se colaron aromas de canela, azahar e incienso. No siendo suficiente atravesaron el Río que baña nuestros sueños y cruzando horizontes marineros fueron llegando a cada lugar del Mundo. Por fin todos pudimos ver al mismo CRISTO y al mismo tiempo. Se acabaron las distancias, las penas y los olvidos. Sevillanos en el Mundo y sevillanos acariciados por el terciopelo suave de los amaneceres más hermosos quedaron confundidos en una misma bulla alrededor de incontables parejas de nazarenos.
Cada noche de martes nuestros abuelos vuelven a encontrarse con su niñez. Por fin a su cansancio y al dolor de sus ausencias un remedio han encontrado. Sus cansadas piernas y sus debilitados cuerpos a penas pueden avanzar unos pasos. Sus sueños parecieron quedar rotos. Entre las viejas cortinas de sus casas se colaron de repente y sin ser avisadas unas notas del pasado. Tan inexplicable como cierto, en un abrir y cerrar de ojos con sus arrugadas manos pueden acariciar la túnica suave del Señor de San Lorenzo y vuelven a llorar como cada vez que de jóvenes y de la mano de sus padres miraban a los ojos de la Macarena. En una vieja pantalla El Cristo del Amor extendía sus brazos en el árbol de la Cruz con la mirada perdida en el infinito, como perdidos estaban tantos sueños. Sueños lejanos que volvieron a despertar en quienes miraban sólo a un anhelado pasado.
Cada Domingo de Ramos pienso en los muchos enfermos atados a la celda de una cama en un Hospital. No existe consuelo en el Mundo que aliviar su enorme pena pueda. Una nueva dolencia inaccesible a toda medicina. El dolor es insoportable. Las dolencias del cuerpo abren paso a las dolencias del alma. Son muchas las ganas y pocas las fuerzas para atravesar los infranqueables muros de sus habitaciones y dar esos mínimos pasos que pudieran acercarlos a realizar estación penitencial con su Hermandad. Como llovido del Cielo abren sus ojos y alzan la mirada hacia un televisor encendido tras recibir unas escasas monedas. En ese momento la canastilla del Cristo Titular de su Hermandad asoma por la pantalla y el dolor a penas es sentido. Un gran cofrade del Baratillo rompe su silencio y de sus labios brotan unas palabras repletas de amor y sentimiento que llegan al enfermo como bálsamo perfecto y alivio exacto para mitigar esas otras dolencias a las que nunca llegará la medicina.
Admirado Víctor, como tú, pienso que la PASIÓN NUNCA ACABA, porque esa PASIÓN está viva y duerme en los corazones de los buenos cofrades de Sevilla. Este Domingo de Ramos conseguiste emocionarme realmente con tus palabras, con ese A DIOS POR EL AMOR que llevaré para siempre como lema y forma de VIDA. En la tristeza, en la miseria y en el dolor siempre encontraremos unos ojos a los que mirar. Unos ojos que nos esperan en TRIANA, SAN BERNARDO, LA MACARENA, SAN LORENZO……………..
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