Buenas noches mis estimad@s y querid@s amig@s del mundo capilleril.
Lo que habéis leído, del mundo capilleril. La coletilla de cuaresmero y mucho menos semanasantero ya es historia, al menos en lo que respecta a 2.010. Y aquí estoy de nuevo como dije allá en la madrugada del pasado Viernes de Dolores (parece que fue hace diez minutos y han pasado casi dos semanas), todavía con la resaca en el cuerpo, con el sabor que deja el haber visto todos los Pasos posibles y casi los imposibles, con agujetas hasta en las llaves de casa que cuelgan del pantalón y un largo recorrido por todo lo que supone para mí el vivir, una más y van muchas, gracias a Dios otra nueva Semana Santa.
Antes que nada quisiera desde aquí apoyar a las Hermandades del Lunes Santo, alas que salieron y se mojaron como a las que no salieron. Conozco a muchas personas de esas Hermandades y los hay de todos los gustos pero por encima de todo a las del Polígono y del Tiro de Línea, ellos creyeron que era lo correcto y como humanos se equivocaron, no hagamos más leña del árbol caído. Os puedo decir que no era normal la forma en que llovía a eso de las tres de la tarde y mi único pensamiento fue para esas dos Hermandades aunque en el fondo de mi corazón echaría de menos ver al Señor Cautivo en Plaza Nueva. No he podido verte, también mi pena tengo Señor. No te vería con esa “chicotá” de ensueño como os relaté el año pasado mis estimad@s y querid@s amig@s del mundo capilleril. A mí también, aunque en menor medida me ha tocado sufrir este Lunes Santo.
Pero no todo estaba perdido, por la Plaza del Cristo de Burgos se rumorea que la Hermandad de la Redención puede salir pero que están reunidos. Para mí que el Martes Santo es prácticamente imposible poder hacerlo, me dirigí a San Lorenzo. El Señor Dios, Jesús del Gran Poder estaba en Besamanos y no podía por nada dejar de ir a verlo.
Por la calle que lleva su nombre, casi sin darme cuenta comienzo a meditar con lo que ya no tiene vuelta atrás, el enfrentarme con Él, el verlo cara a cara y mis nervios empiezan a dar la cara. Mi estomago es un revuelo de tambores pero sigo adelante. Siento el mismo miedo de todos los años pero no echo el freno. Uno tras otro mis pasos siguen adelante. He doblado la esquina y el sol “pica”. Ya casi estoy. Nuevo giro y ya en Su plaza, la que en pocas horas si El así lo quiere, vera el discurrir de muchísimos nazaren@s de ruan.
¿Veo poca gente o es mi imaginación?. No es que sea poca, es poquísima. No hay casi nadie. La plaza está casi desierta. Sólo cuatro “loc@s” después de un terrible aguacero transitan por allí y sin querer estoy en la puerta de la Basílica. Ya le veo y sé que Él también me ha visto. Somos pocos incluso allí dentro y eso hace que mis miedos me suban de golpe, al no haber casi cola no tengo tiempo ni a meditar lo que ya es el final de mi breve pero intensa caminata.
Simpáticamente una de las Hermanas me dice que si me puede poner un alfiler con el lazo morado a lo que yo respondo con la ironía que me caracteriza que si pero que sin pinchar que el día no está para pinchazos. Seguramente estoy buscando echar nervios fuera pero está llegando el momento. Intento recrearme en lo que veo y siento. Al no haber cola, me paro delante de Él. Su mirada me atraviesa y yo, pobre mortal, no tengo más remedio que bajar la vista porque no puedo aguantar la Suya.
He cumplido un año más la regla no escrita de ir a verlo en Su Besamanos. Un par de pasos y me vuelvo. No quiero irme. Mis miedos no se han ido pero ya siento la tranquilidad que el Señor Dios, Jesús del Gran Poder ha depositado en mí. Siento la necesidad de volver a pasar pero no sería justo. Está llegando más gente y tengo que dejar sitio a los demás.
Todavía tengo tiempo para mirarlo. Ahora casi lo veo con la naturalidad que habitualmente lo hago los viernes Señor. Ahora que hay tierra de por medio, mis nervios han dado paso a la tranquilidad.
No puedo olvidarme de Ella, María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso junto al Discípulo ya en su Paso de salida. Sencillamente Hermosa dentro de Su Dulzura. Siempre allí sabiendo que Su papel es secundario y aún así no nos deja solos cuando vamos a pedirle.
Me dirijo a la calle, no sin antes volverme un par de veces. Siento nostalgia de lo que no ha pasado y que me lleva a pensar que la próxima vez que le vea, será fugazmente desde la Parroquia y estaré esperando para caminar tras Él. Que el Señor Dios, Jesús del Gran Poder guie vuestros pasos.
A tod@s los que me agregaron, buenas noches……….y a los que no, también.
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