Por correo electrónico me enviaron el siguiente relato:

Acuérdate del Pato...
Había un niño pequeño de nombre Pedro, al que no se sabe por qué, todos llamaban Pedrito. Él estaba pasando unos días de visita en la granja de sus abuelos. Pedrito tenía una resortera con la que jugaba todos los días. Solía ir al bosque de cacería, pero nunca pudo matar ningún animal. Un poco desilusionado, regresó a casa en la tarde; ya estaba cerca cuando vio al pato consentido de su abuela y, sin poder contenerse, por primera vez, con muy buena puntería, le tiró al pato pegándole en la cabeza y lo mató.
Triste y espantado, para evitar las consecuencia, escondió el cadáver del pato en el bosque. Pero su hermana Lucrecia se dio cuenta del crimen, sin embargo, astutamente, no dijo nada. Después de comer la abuela le dijo: Lucrecia, acompáñame a lavar los platos. Pero Lucrecia le dijo: Abuela: Pedrito me dijo que hoy quería ayudarte en la cocina, ¿no es cierto Pedrito? Y le susurró al oído: ¡Acuérdate del pato! Entonces, sin decir nada, Pedrito se fue a lavar los platos.
En otra ocasión el abuelo preguntó a los niños si querían ir de pesca, y la abuela dijo: Lo siento, pero Lucrecia debe ayudarme a preparar la comida. Otra vez Lucrecia con una pícara sonrisa afirmó: Yo sí puedo ir a pescar porque Pedrito me dijo que a él le gustaría ayudar en la cocina. Nuevamente le susurró al oído: Pedrito: ¡acuérdate del pato! Así pues, Lucrecia fue a pescar y Pedrito se quedó en la casa.
El asunto siguió por el mismo camino de forma que Pedrito, además de hacer sus tareas, tenía que hacer las de su hermana, pero llegó el día en que Pedrito ya no pudo más. Fue con su abuela y confesó que él había matado al pato. Ella se agachó, le dio un gran abrazo diciéndole: Amorcito, yo ya lo sabía. Estaba junto a la ventana cuando lo hiciste y lo vi todo, pero porque te amo te perdoné. Lo que me preguntaba era: ¿hasta cuándo permitirías que Lucrecia te siga teniendo cautivo?
El relato termina con la siguiente pregunta: ¿Hasta cuándo permitirás que tus pecados sin confesar te mantengan esclavo? Hoy mismo puedes gozar de la gloriosa libertad de los hijos de Dios.
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