
Me siento bambalina de tu palio, Madre. Siento en mi piel el frío de la plata que me cubre como varales de ensueño por sustentar tus esquinas. Puedo sentir el olor de las flores recién colocadas, siento el repique de los borlones, siento la suave y comedida brisa que fluye entre la cera de tu palio y hace vibrar tus guardabrisas. Caber, no cabe. Pero salir... sale.
Me siento como tu techo bordado que trasluce rayo de sol y te cubre como una flor que anuncia el reto que se adivina. Corre en mis venas dolor y amargura, nerviosismo y nostalgia, también fuerza, aunque gastada, que perdura. Noto rachear mis pulsaciones y un suave balanceo que torna en milagro la tarde y lucha ante lo adverso de lo sevillanamente resuelto. Poder, no puedo. Pero yo, como Tú, puedo.
Hoy doy las gracias a todos aquellos que se han preocupado por saber qué me pasa... Y es que el martes, día 24, hará un año que tú, Dani, inolvidable Amigo, me faltas. Y en tu ausencia me siento como palio de San Esteban enfrentado a la pétrea cornisa que reta el alma y la paciencia. Siempre es dura esta fecha, siempre es duro saber llevarla, siempre es duro recordar, siempre es duro buscar la justa medida que haga ensanchar la piedra para encontrar la salida.
Porque sé que cuando te piense, cuando recuerde todo lo malo, cuándo recuerde cómo te fuiste, cuando recuerde que ya no te veo, cuándo recuerde que son ya tres interminables años que no estás aquí... seré piedra de San Esteban.
Pero tranquilo, Amigo, que ahí no acaba todo. Porque de la luz de tu sonrisa haré respiraderos de plata que sustenten tu dulzura, hecha cera rizada. Y de nuestros recuerdos sembraré de flores las jarras y bordaré el manto que arropa ese templo en que ahora vives que lleva por nombre María. Y de tu esfuerzo en tu agonía teñiré hombres y costales que sepan guiar doce varales que trinan por ser luz en Sevilla. Y entonces, sólo entonces, seré en mi vida metáfora que como vida añeja venga a verse resuelta por ser palio en San Esteban.
Y del coraje de estos tres años, de la rabia por no verte, del dolor por no escucharte, sentiré la fuerza devuelta que me ayuda a vencer el dolor, hecho piedra de San Esteban; por sacar tu Vida a la Luz y sonreír como tú hacías siempre, que por tu recuerdo yo soy sonrisa… Y ayúdame, que en el Desamparo que siento tú eres la luz que adivino en el fondo del pensamiento; tú, amigo, presente y duradero; tú, hermano, rosa cortada a destiempo; tú, Dani, recuerdo que aún con dolor me ayuda a cruzar la puerta de lo más adverso…
Sergio Rovayo.
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