
Lo anuncian los viejos bronces
con su canto de cristal
desde el viejo campanario
que cual faro alumbrará.
Lo dicen las callejuelas
que sueñan mirar tu faz,
años ha que no las prendes
con tu mirada fugaz.
Lo anuncia una parihuela
que sueña alzarse en altar
de una Virgen Capitana
con su corona de sal.
Lo pregona un quedo son
de pisadas a compás
que eriza la vieja piel
de la Ciudad Imperial.
Lo desean los claveles
que en tu paso expirarán,
igual que anhela el incienso
tu talle poder rozar.
La tarde del dieciocho
de julio navegará
la dulce Virgen del Carmen
sobre espumas de costal.
Dique, será tu parroquia,
aprendiz de Catedral;
que San Andrés será el puerto,
¡Toledo será la mar!
Todo un mar de corazones
sin riberas que acotar
trazará el itinerario
de un ocaso sin final.
Las callejas centenarias
tu barca verán zarpar
y querrán irse contigo
¡quién te pudiera llevar!
Por tripulación, Señora,
marineros de costal;
por timón en tu crucero,
una voz de capataz.
Empujará la trasera
de la música el sonar,
pentagramas dibujados
sobre espumas en la mar.
Por bandera, escapulario,
por confín, la inmensidad,
por motor, trabajaderas,
y en la bodega, humildad.
Desde babor a estribor
olas de plata serán
las que mezan tu barquita
quicotá tras quicotá.
Y en la Urbe castellana
el Tajo creerá soñar
cuando mire a la Señora
sobre la peña flotar.
El balanceo del ancla
repicará a compás
cantándole a la del Carmen,
hermosura sin igual:
“Dios te salve, Madre nuestra,
marinera, Tú que vas
por los mares de Toledo
en tu barca de costal.”
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