
Y llegó el día. Te fuiste, cuando menos lo esperaba, cuando más falta me hacías, cuando más compartíamos. Te has ido y, por mucho que me resista, no vas a volver. Lo sé, lo sé, no quieres verme llorar, pero olvídate de las lágrimas y, por favor, escucha lo que tengo que decirte, abuelo.
Eres lo más grande que haya podido pasarme. Eres a quién más echaré de menos a partir de hoy, eres mi vida. Te lo prometí hace cincuenta y cuatro días, y he cumplido mi palabra, ¿has visto? Te prometí en silencio que estaría a tu lado hasta que Ella cogiera tu mano y así lo he hecho; hasta el último momento, hasta el punto de llegar a ser el último en tenerte entre mis brazos, abuelo. Sé que has sufrido al verlo, pero déjame decirte que para mí ha sido un orgullo hacerlo, por mucho que duela. Si algo me hace sentir más orgulloso, es llevar tu apellido y tu sangre, haberte disfrutado durante veinte años y tener tantos recuerdos de ti como flores lleva nuestra Esperanza.
Ay, abuelo... Me contaste mil cosas sobre tu vida, tus padres, tus abuelos, tus locuras adolescentes, pero se te olvidó contarme cómo segur sin ti. No hace falta que te diga cómo estoy porque lo sabes, porque desde ayer me gusta pensar que estás a mi lado a cada instante, pero voy a prometerte otra cosa. Ya sabes que cumplo con lo que te prometo, así que créeme cuando te digo que te voy a querer toda la vida, hasta que me vaya contigo, siempre.
Seguramente te hayas sorprendido al ver la foto... tú no estabas del todo lúcido, así que no la recuerdas. Es del día que me dijiste que siguiera yendo a Triana, que tú ya no podrías, que lo hiciera por los dos. Acababas de quedarte dormido y yo hice esa foto para imprimirla, para llevarla conmigo cada vez que vaya a la capilla y mirarla cuando me siente en el banco. Sé que estarás ahí, abuelo, lo sé, prometo hacerte hueco a mi lado para coger tu mano y encontrarte en sus ojos. Aún no sé si tengo valor para ir, abuelo, pero anda que tú... no puedes quejarte, eh. La tienes al lado, cogiendo tu mano, surcando mi mente. Ya no hace falta que mires su foto, ahora disfrutas a la verdadera Esperanza, la que ahora me sostiene.
Podría contar mil momentos que se me vienen a la mente desde ayer, pero me quedo con dos, abuelo. Me quedo con el día de tu cumpleaños, protestando por darte tan lento los trozos de tarta mientras yo, pobre iluso, me preocupaba porque no te agobiaras. Pero, ¿sabes el momento que me va a acompañar toda mi vida, abuelo? La tarde que me miraste, me dijiste que me cuidara y me besaste la mano. Fue tu forma de decirme te quiero y demostrar la pena que te daba pensar en no verme más, y yo lo sé. Jamás vas a dejar de verme... Porque cada día te recordaré, te diré te quiero y te nombraré cuando te necesite. Siempre vas a estar en mí, queda más que demostrado.
Lo único que pido a nuestra Esperanza es que te cuide, que nos ayude ahora y que aún nos guarde muchos años sin vernos, porque quiero hacer que, cada día, te sientas más orgulloso de mí desde el cielo. Juro que, el día que me toque ser abuelo, recordaré cómo me enseñaste a ser para dar lo mejor a mis nietos, aunque como tú no habrá ninguno. Ni yo sé cuánto voy a echarte de menos, abuelo, pero cuando te necesite sé dónde ir, sé dónde encontrarte.
No te entretengo más, ve y disfruta de tu madre, de tu padre, de nuestra Esperanza, y deja que te de las gracias cada día por ser lo que has sido, por haber sido lo que eres, porque gracias a ti he descubierto que no sé decir gracias. No te preocupes más por mí, sólo necesito que no olvides nunca lo que te he dicho hoy, abuelo: pase lo que pase, sea cuándo sea, aunque llegue el día que me vuelva viejo y ni recuerde quién soy, voy a quererte toda la vida. Te lo prometo.
Te quiero, no sabes cuánto. Sé feliz.
Sergio Rovayo
¡Necesitas ser un miembro de Cofrades para añadir comentarios!
Participar en Cofrades