
Cierra los ojos conmigo, sevillano, y siente el olor a incienso que se despide entre aristas de campanas y el tacto de la cera que espera desde el suelo ver pasar de nuevo el Cristo que giró hace días esa esquina. Cierra los ojos, y toma en tu mano el caramelo olvidado que perdió un chiquillo en el Salvador, la estampita que al penitente resbaló de sus manos.
Cierra los ojos, sevillano, y alza conmigo tu rostro al cielo y siente el sol que aprieta, que pareciera decir que echa de menos bañar de luz el rostro de alguna dolorosa engalanada.
Siente conmigo como valió la pena, como mereció el esfuerzo echarle un nuevo pulso a la piedra de San Esteban... la Semana Santa es sentimiento, así que siente, sevillano, siente... siente la rabia en San Gonzalo, el dolor de un barrio traspasado como tiro de línea por aguaceros de marzo, la amargura de Santa Marta por no escuchar este año el duelo en repique de espadaña... Y siente la Paz pr el Parque, siente la Candelaria fundida, mezclada en bambalinas en un Miércoles de ensueño ante su vecina más querida... Siente a Triana en su ambiente, al Arco entre risas, siente al Silencio en la campana, al Gran Poder por la Gavidia; ¡siente y sueña, sueña y siente, que sólo por ser sevillanos tenemos, compañero, la Gloria presa en las manos!
Olvida dolor y nostalgia, recuerda, sonríe y siente, y si la pena se hace evidente, cierra los ojos y piensa que de nuevo valió la pena ser sevillano para sentir, un año más, a Dios entre la gente.
Sergio Rovayo.
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